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martes, 21 de abril de 2009

Obamanía




Escribe: Carlos Fuentes

Hay que verlo pensar, hablar sin notas ni errores, en oraciones completas. Hay que verlo moverse ("igual a Fred Astaire", dice Silvia, mi esposa). Y las comparaciones no valdrían, Barack Obama podría haber sucedido, sin demérito, a Jorge Washington o a Abraham Lincoln.
El nefasto legado de George W. Bush realza la figura del nuevo presidente
Sucede, sin embargo, que sucede a George W. Bush, y las comparaciones, por odiosas que sean, se imponen.

Bush se refería a los Estados Unidos de América como "la última esperanza de la humanidad" y el primer país, no entre pares, sino en términos absolutos. Obama se presenta como "par de los demás", "socio", no "jefe".

Bush favorecía el enfrentamiento directo contra Irán, contra Irak, contra "el eje del mal". Obama, en cambio, prefiere tender la mano y ofrecer negociaciones. "Se negocia con los enemigos, no con los amigos", aclara el ex secretario de Estado (republicano) James Baker.

Bush emprendió una guerra innecesaria contra el Irak de Sadam con falsos pretextos. Irak no tenía armas de destrucción masiva. Tenía pozos petroleros para satisfacción del vicepresidente Dick Cheney, magnate del oro negro. Bush permitió el uso de la tortura, la detención indiscriminada e ilegal de sospechosos, las prisiones de Abu Ghraib y Guantánamo. Obama ha anunciado el cierre de Guantánamo, la liberación de prisioneros injustamente detenidos, la cooperación internacional para recibir a ex prisioneros que peligran si regresan a sus lugares de origen.

Bush permitió -con algunas reservas- que el Estado de Israel actuara a su antojo en el Medio Oriente. Obama ha procedido a conversar con Siria como primer paso de una nueva política que puede conducir a la coexistencia de un Israel al cabo Estado cliente de Washington, de una Palestina territorialmente integrada y de una vecindad -Siria, Líbano, Jordania, Egipto, los Estados árabes- sujeta a obligaciones internacionales y a un estatuto de paz y no intervención.

Ello no significa que la nueva política exterior de Obama no encuentre escollos. En Afganistán, la nueva frontera contra el terrorismo, Obama no tiene apoyos. El Gobierno de Karzai es corrupto y débil, las huestes de Al Qaeda y el Talibán, huidizas. Y en Irak mismo, el Gobierno de Bagdad, librado de tutelas, puede consolidarse como régimen unitario o dar lugar a la partición territorial entre suníes, chiíes y kurdos, éstos en la frontera de una Turquía islámica incierta de sus alianzas mediterráneas y con Norteamérica.

Acaso los problemas más cercanos para Obama no sean los que acabo de mencionar, sino los que le plantean sus socios. Cercano al primer ministro británico Gordon Brown, lejano del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ubicada la canciller alemana Angela Merkel en el virtuoso medio, ello no resuelve un asunto central de la Alianza Atlántica: el proteccionismo de unos, la apertura de otros.

En todo caso, Obama se acercó notoriamente al presidente ruso, Dimitri Medvédev, y al chino, Hu Jintao. Terminada la Guerra Fría, la ideología se somete a los intereses económicos, políticos y comerciales. Pierde por ello la anticuada pretensión de ver a Cuba como "satélite soviético" y gana, en cambio, la aceptabilidad de regímenes de "capitalismo autoritario" como China, Vietnam y… Cuba.

China, al fin y al cabo, detenta la cantidad suficiente de bonos del tesoro americano como para quebrar, si quisiera, a los Estados Unidos. Pero no quiere porque no puede quebrarse a sí misma. Realidades de la globalización.

La conferencia de Londres otorgó al desacreditado Fondo Monetario Internacional (el rico Pato Macpato global) la misión, contraria a todo antecedente, de pasar del crédito restrictivo al crédito generoso: mil trillones de ayuda a las economías mundiales. Veremos si el FMI deja atrás su historial de favorecer más a las inversiones extranjeras que a las naciones independientes. Veremos si ahora favorece la liquidez en vez de la larga sombra de la austeridad. Veremos si se supera el estrecho "consenso de Washington" y lo que David Brooks llama "la novela de la avaricia" y "la novela de la estupidez", a favor de un simple (y complejo) conocimiento de la historia.

Barack Obama ha sido un portavoz del porvenir histórico en su gira europea. Ha corregido sustancialmente los errores de la reciente política norteamericana. Se ha presentado como socio igualitario del nuevo orden económico.

Entiende que de ahora en adelante habrá más de una sola gran potencia. China, Europa Occidental, Rusia, la India, Brasil… Admite las fallas de la nación norteamericana, "arrogancia, desinterés… y faltas de apreciación". Lo que no admite es el antiamericanismo automático tan frecuente -e inútil- en el mundo. La lección de Obama es la del diálogo paritario, la búsqueda de soluciones y el respeto a las diversidades.

Y dice y hace todo esto moviéndose (mi esposa tiene razón) con la elegancia de Fred Astaire.

Añado: nunca se comporta con familiaridad; siempre con amabilidad. Su norma es, así, la dignidad. Como Washington. Como Lincoln.

* Carlos Fuentes es escritor mexicano

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